Sunday, December 30, 2012

SIN PIE DE REY





Hay noches
en que el silencio
se mide en besos,
la alegría en estrellas,
el amor en racimos.

Hay otras en que nada
podría ser medido
(yo te amaba en cuadrículas)
porque no hay dimensiones
para el vértigo blanco
que vive en nuestro estómago.

Tú me amabas en un idioma extraño
(con un amor delgado y extensible)
con palabras pequeñas
llenas de grandes miedos
que yo nunca sabía calibrar,
que yo nunca sabía traducir.

Yo te amaba en manzanas,
(y en sábanas tendidas y en volcanes)
en perímetros terráqueos, en hectáreas,
en mesas panaderas, en litros por metro cuadrado.
Yo te amaba en amperios
te amaba en años luz.

Tú también me querías… claro, claro…
(pero quién mide el miedo, tu miedo)
en milímetros cúbicos, en aves enjauladas,
en primas de riesgo, en neveras,
en telares de araña, en oficinas.
Me amabas en la foto familiar.

Yo solía buscarte casi siempre
en las olas salvajes del verano,
entre las azoteas que miran a la luna,
en los amaneceres,
en las tiendas de fruta de la plaza
(fue por eso que nunca te encontré)

Tú creíste encontrarme
En círculos de humo,
en ventanas cerradas
en los baños del Honky,
en tus pequeñas latas de conservas
(quizás no me llegaste a conocer)

Hay noches que se miden en amor
Hay noches sin amor…
Que no se acaban nunca de medir.

Thursday, October 11, 2012

ALZHEIMER. VISITA DE LAS TARDES








ALZHEIMER. VISITA DE LAS TARDES
Madre…
por qué tu pensamiento
lo ha convertido todo en lluvia…
Por qué tus manos suaves
acarician los dientes
que hay en mi corazón.

Te recuerdo de pie
abrazándome el miedo
con tu cálida trenza
en las tardes de leche.

Y recuerdo también
la huída de los pájaros
hacia las azoteas
del último columpio.

Madre…
Por qué ha de ser así
cuando el  tiempo nos mira…

Tu espalda está inclinada
sobre el anochecer.
Y no encuentras las rosas
que he venido a pedirte.

Te recorro los huesos
con mi amor despeinado
y veo tus manos llorar
sobre un calcetín roto.

Te regalo una piedra
que pesaba en mi pecho
y te brillan los ojos
desde tu acantilado.

Madre…
Ya no sabes quién soy
ni siquiera quién eres.
Desarmas la estructura de mi alma
inventando unos nombres
que no llaman a nadie.
Te empeñas en jugar
a que nada te duele
mientras se reverdece
la herida anaranjada
del cielo de  la tarde.