Hoy
no he querido levantar la persiana
para asomarme a esa luz artificial
que yo no he construído,
que yo no he reflejado,
que no ilumina nada.
Estoy buscando un Sol
demasiado genuino
cuyo brillo no responde
al ritmo universal de los planetas.
Supongo que es difícil retraerse
al clamor oficial,
a la dicha vigente
al decretazo…
que impone que sigamos girando
sin voluntad, sin meta, sin conciencia…
que sigamos girando,
que sigamos girando,
que sigamos girando.
Descubro con asombro
la solidaridad escondida
en el férreo engranaje de las máquinas.
Donde es imprescindible
la integridad indisoluble
de todas y cada una de las piezas
para que éstas funcionen.
Descubro con vergüenza
la irracionalidad yacente
en nuestra mutilada sociedad
en la que la flagelación de un individuo
parece ser motor para que el resto
prosiga funcionando.
Hoy
no he querido levantar la persiana
porque creo que antes
debemos fabricar otros amaneceres.
No permitir que la esperaza
se torne en monopolio de los locos
y los abominables tecnócratas
que programan el Sol.
Supongo que es difícil despertarse
y agitar nuestras melenas harapientas
y arrojarnos al circo
a luchar contra Dioses macrocéfalos...
Nosotros… que somos simples ovejas
que llevamos pastando toda una eternidad.
Nosotros… que decimos “nosotros”
sin saber quién viene a nuestro lado,
que estamos entrenados en la sordera impune,
en siglos de desidia y de desesperanza.
Nosotros que observamos en silencio,
que trabajamos en silencio,
que vivimos en silencio, soñamos en silencio
y que en silencio morimos.
Supongo que es difícil despertarse.
Pero hoy tengo la sensación de que es preciso
enfrentarse a esta muerte… única alternativa
a dejarse morir.
