YA PASÓ
En los arbustos murmura la soledad
(ella se filtra como un rayo de tiempo
que huyó hacia la raíz).
Yo sólo escucho el crepitar de este instante.
El pasado hay que intuirlo en el silencio.
Como ocurría con la mirada aquella…
tan triste, tan profunda, tan de nadie.
Como cuando ha cesado la tormenta
y el parque vuelve lentamente
a brillar limpio bajo la luz del sol.
El pasado hay que intuirlo en el silencio.
El pasado hay que intuirlo en el silencio.
Quizás cuando despiertes haya acabado todo…
Quizás… no hayas perdido nada.
En cualquier caso… cómo dormir así.
Con el silbido del miedo atravesado en la puerta.
Y la última esperanza ardiendo, consumida…
por mantener la lumbre de este invierno.
¿Qué quedará después para avivar las llamas?
¿Qué quedará después para vivir?
El páramo es amigo de este viento tan cruel.
Los terrones de arena, los matojos… se entregan sin sufrir
se dejan ir, se pierden sin que haya rastro alguno de dolor.
Pero tú languideces cuando te azota el aire.
Sólo tú desesperas por mantenerte asido.
¡No has aprendido nada del primitivo Tao!
Aun eres incapaz de caminar sin huellas.
Este azul impoluto que ha triunfado
en el cielo presente de la tarde
es simplemente bello, es un placer tangible
que no recuerda nada de la perversa tempestad
que asolaba tu vida hace sólo unas horas.
Deja que te caliente el sol gratuitamente ahora
sin que nadie pregunte cuándo habrá de marcharse.
Hoy… lo único hermoso de la antigua tormenta
es una voz de madre que acurruca tu alma:
“Ya pasó, ya pasó, ya pasó…”