Tu Voz

Sé que estará extendida toda tu soledad

sobre un acantilado.

(pues ya serás, irremediablemente arena)

Sé que tendrás arrebujado tu dolor por las esquinas

de una casa cualquiera.

Será muy fácil escuchar tu silencio

desfilando por las calles cerradas

de esta ciudad informe e infinita.

Te encontraré posado en el misterio

de una tarde marzo…

Y las palabras de los zumbones grillos,

me llenarán el alma de dolor.

Te encontraré… lo sé.

Y aunque ya nada en mí te busque…

algo en el tiempo habrá de retorcerse,

se volverá la vida del revés,

o caerán las estrellas al fondo de los mares

(en doloroso suicidio horizontal)

Algo quebrantará la rectitud del horizonte

Y yo… desde mi inclaudicable oscuridad...

Te encontraré.

Carta de amor...

Muérdeme aquí,

aquí…en el centro.

En donde duele más la vida.

Muérdeme en esta esquina silenciosa del alma.

En el desierto inerte de mis huesos.

Aplasta con tu boca este vacío

y saborea… toda la esencia amarga

de mi dolor estéril.

ILUSIÓN PASAJERA

Una mano insolente

agitando el artificio de tus sombras.

Y la crueldad, toda, de marzo…

reventando en el color del aire.

Así...inmisericorde…

En ese olor de vida

que alimenta la muerte de mi cuerpo,

que queda…

enlutado de asombro y para siempre

huérfano de tí.

Un Hombre solo, andando, en la montaña

El cielo espera…en lo alto.
En cada cumbre parece,
que nada , comenzará a vivir
hasta que él llegue.
Él fabricará el color de los enebros.
Él… con sus ojos oscuros endulzando la luz
que atraviesa las flores.

Y el regato sonando
será sólo, su pensamiento largo
que se pierde
por entre la montaña.

Bajo los pies, las piedras, silenciosas,
quieren alimentarse de la vida
que emana en sus pisadas.

Un hombre solo va caminando,
vacío.
Renaciendo entre rocas, de milenarios años.
Extrayendo toda la dicha sigilosa
que habitaba en la senda.

Un hombre solo, en medio del paisaje…
se va bebiendo
esa belleza lenta que se incrusta en el alma.

Un hombre solo, diminuto…
perdido en cada cima
de esa mujer salvaje,
amante e infinita.

Invierno... otra vez...

(imagen de José Marcos Ramos)

El tiempo desespera sobre los cristales ocres de la noche.
Llora sus matices rojos, sangra mariposas de invierno
que se atropellan en su trágica muerte, en el estanque.
(ya parecen tan sólo algunas hojas secas, amontonadas).

Un búho escucha. Llora… con los ojos heridos,
con la noche cayendo sobre sus plumas quietas.
Y yo… sólo puedo tocar este frío, que atraviesa la carne.
Y que lo rompe todo.
Y yo… con mi alma dormida en aquel tronco hueco,
donde el camino espera.

El sol es una historia antigua, que se extingue,
en el leguaje gris de las pérfidas nubes… Que se empeña
en quedarse enredado en los senos vacíos de una ninfa,
en el regazo atormentado de los últimos hombres.

El sol… floreciendo en las alas de una garza
mientras la luz se muere...

Dulcemente se muere.

Siempre

(fotografía: "Vértigo" de José Marcos Ramos. ¡Gracias, Jose!)

Te esperaré desnuda

por detrás de la niebla

cuando el aire… ya no huela a manzanas,

ni a arándanos, ni a rosas…

Cuando el barro me cure.

Y la única suavidad posible

esté en tu pensamiento,

dejándose colgar de una cometa.

Yo sé muy bien… que habrás de romper algo…

Que quebrarás la luz,

te beberás el agua, el Sol, quizás.

Algo… habrá al fin, de extinguirse

para que siga viva toda esta muerte.

Para que la esperanza me siga desnudando

para ti.

Por detrás de la niebla.

TU LLUVIA

La lluvia estaba quieta,
agazapada…
en la boca más profunda
de aquel árbol.
En las agujas insolentes
de la acacia.

Era una risa fina, la lluvia,
que cortaba toda la oscuridad
de un silencio de nubes
y de pasos.
Y el aire… se aliviaba con ella
de todos sus anhelos inservibles.

La lluvia nos miraba
desde su eternidad minúscula.
Y entonces…
se atizaba un carbón
en el trágico centro de tus ojos.

Los pasos

Te miro, desde mi irrealidad
y te construyo.
Sujeto los pedazos que se caen
desde tu obstinación por derrumbarte.
Y los dejo posados en la luz,
los caliento, los uno
(tan laboriosamente…)

Miro cómo vuelven a dispersarse.
Caprichosos…
como arenas,
como pétalos rojos de alguna flor salvaje,
como brazos de estrellas de mar.
Como dedos perdidos
de una mano infinita y traviesa.

Ya decido mirarte, solamente…
contemplar la ruptura de tus partes.
Como se mira el caer de los ríos.

Y entonces…
(sólo entonces)
descubro que tu ser entero me sonríe
desde cada uno,
de los escombros que corren por el agua.

Algún recuerdo

Me diste un sol caliente

que guardo en una caja

junto a las caracolas y las flores.

Y un mar largo y nocturno

como un ojo

que se mira hacia adentro.

Recuerdo que aquel día

nos quedamos dormidos

sobre la oscuridad,

y era tan dulce tener allí tu cuerpo.

La lluvia estaba siempre

construyendo su risa

en las ventanas,

y dejaba enredado ese silencio

en el silencio nuestro.

Entonces… me dijiste

que a veces, una mano

roza la soledad de las estrellas,

y las deja sin luz.

AL MIEDO

Despiadado chacal

que me desnudas

de fuerza y de razón

y me atropellas.

Deja ya de crecerte con mi sangre,

de vestirte de mí...

Deja de desgarrar amaneceres,

de sudarme en la frente,

de agitarme.

Saldré a buscarte,

una noche.

Aunque me tiemble el Mundo,

yo saldré a buscarte

con los ojos cerrados

y las manos abiertas.

Y romperé con saña

tu tambor de pasado,

y borraré de mi carne

la mortecina mancha

de tus gélidas huellas.

Para Mañana

Para mañana el sol, la paz, la vida…
el ojo de la luz blanco y caliente
sobre mis hombros nuevos.
Y el alma tibia, como una flor ligera
sobre el agua.

Para mañana el silencio,
como un copo de nieve,
que vuela sin caer.
Y mis pies aferrados a la tierra,
como lentas raíces.

Para mañana…
una mujer pequeña que se mece
en los dedos del aire.

EN LA VENTANA

(He de dar las gracias a José Maros Ramos por este "Duro invierno": una increíble
imagen de oscura luz)

Recorté mi silueta sentada
en una vieja ventana sin alfeizar,
sin poyete ni persiana,
sin cristal…en fin…
quizás no fuera una ventana…
Un abismo tan solo
por el que asomar los ojos a la vida
para dejar de ver los muebles
de la casa.

El juego de mirar,
bien podría ser llamado un arte…
tan lento y doloroso como cualquier entrega,
como lo son, las demás torpezas
(magistrales, sin duda) de todos los artistas.

Hay días en que el cielo está tan claro…
que has de pagar bien cara la osadía
de alcanzar a mirarlo… hay días…
en que la luz te lastima los ojos
cuando miras por dentro de las cosas.
Cuando entiendes que nada
puede verte por dentro.

Hoy recorté, tan sólo una silueta de entonces,
(como un recuerdo plano),
una mujer sentada en el vacío.
O tal vez el vacío vagando por los ojos
de esa mujer sentada.

Y el mundo entero quieto, detrás de la ventana.
escondiendo su vida en la mirada
de una silueta inmóvil.

DE LO FRÁGIL

Toco la flor. Ahí,
creciendo entre los ojos de la tierra
como un filo de luz
inexplicable.

Toco su olor alborotado
de dichas y tragedias
atadas a los pétalos.

El quebradizo color de su postura,
afrontado la brisa,
de esta tarde de Marzo.

Toco la delgadez de su presencia
y comprendo ese miedo
que te late en los labios
como lluvia.

Un cuento

Y de pronto ella
se quedaba encerrada
por dentro de su instante,
sola…agua de laguna
que no puede escapar.

Sola en sus ojos,
y en los últimos ríos de sus manos…
mientras la tarde danza
en los abetos.
Y el aire, sigue oliendo a selva,
como todas las tardes.

ME ABRACÉ A LA MONTAÑA

Me abracé a la montaña cuando todo caía.
Cuando el suelo era un trágico río
que no paraba nunca de llevarse la vida.
Yo miré atormentada a los relojes
y quise descolgar unos segundos
de su papel marchito. Pero todo era inútil.

Me abracé a la montaña, porque ella estaba quieta
y me miraba siempre con esos mismos ojos
de la espera paciente, con que miran los viejos.
Esos con los que, en otro tiempo, me miraba tu alma.
(que son los mismos ojos con que nos mira la vida
y con los que nosotros miramos a la muerte).

Me abracé a la montaña y me curó por dentro
con su aliento de piedra y con la soledad de sus caminos.
Y me dejó levantarme hacia las nubes,
y me enseñó la pequeñez de todo lo que queda en la distancia.
Y ella también me abrazó con cada una de sus cimas
de envejecidos dedos infinitos.

Puesta de sol

La tarde me contesta cuando ya no la espero.
Responde a mi silencio un rugido rosado
de dioses que me escuchan.
(quizás la voz del bosque)

Responde a mi mirada un beso tibio
de luces primorosas
que vienen a mis manos desde el agua.
Que me agitan el alma
dulcemente.

La tarde me contesta cuando siente mis pasos
perdidos en sus huellas.
Me atrapa entre la piedra morada
de su cielo
y me arroja a la noche
con mis ojos de niña,
con sus ojos… cansados ya de luz.

La tarde y yo… agazapadas
en ese sol rojizo, que ya habita
inevitablemente
en el fondo del mar.

Para ti

Si hoy te escribo un poema, amor.
Tendrá que hablar de viento,
tendrá que hablar de otoño
y de mar y de invierno...

Hablará de toda esa lluvia muerta.
Y de tus ojos vivos... hablará
de tus manos trepando por mis sombras.
De las cosas cayendo lentamente
como ríos quebrados,
mientras seguimos amando
y nos seguimos rompiendo
contra un sol imposible.

Si hoy te escribo un poema, amor...
Me quedaré en silencio,
mirándote a los ojos y sembraré en tu cuerpo palabras que respiro.

Mañana

Mañana no es ese hueco en el cielo
ignorando colores que
(sin duda) vendrán… no.
No es mi alma asustada con tu risa,
ni la lluvia creciendo
por todas las ventanas de mi espera.

Mañana es una herida abierta
que me sangra en el hoy
aunque ya sanó ayer…
quizás ( no lo recuerdo).
Es una herida…
que me roba los tonos encendidos
de esta tarde concreta.
Que se lleva la luz que estoy mirando ahora
Y que la apaga…
Sin que yo pueda verla.

Mañana…
Traidora impenitente de lo que tengo ahora.
Araña silenciosa y sumisa
que va atrapando el presente entre sus ansias.

Mañana…
Carcajada del tiempo
sobre estos ojos ciegos
de pasado.

Déjame

Déjame que camine lento,
lento…así…
como si hoy el suelo entero fuera de agua,
como si nada hubiese ya detrás
de todos estos pasos…

Lento…

Porque hoy la noche ha querido visitarme,
porque yo no he sabido
pedir que no viniera…. y Ella…
me ha tocado las manos
con esa luz de plomo
que mata lo que besa,
que lo esparce y lo pierde dulcemente.
La noche… con su beso de aguas negras,
dilapidando ríos.

Déjame que camine lento,
lento… así…

como si hoy,

fuera yo mismo la Noche.

DESNUDO ÉL....

He visto a un hombre desnudo.

Tendido,

solo.

Sobre la piel de todos su pasados.

Abrazado a la manta

del destino.

Y sus ojos abiertos

eran mares inmensos,

y sus brazos eran húmedos desiertos...

Y su pecho una isla

navegando hacia mí.

¿Por qué?????

Yo escribo para que mis ojos se acerquen a tus manos,

para que tú me escribas con el alma...

Escribo para darte una palabra

que ha de crecer por dentro.

Para que el mundo suene por mi boca

como si fuera un río.

Escribo para poder entrar en este bosque oscuro

que me llama.

Para volar así... Tan quietamente.

Escribo para poder tocarte,

para que roces mi luz

con tus ojos lejanos...

Para que sigas soñando mientras vives,

para que no se muera ni un pedazo

de lo que ya está muerto.

Así... Tan egoistamente escribo...

Para tenerlo todo cuando no tengo ya nada.

Para que se despierte el Sol

y venga a aniquilarme una vez más.

Para saborear el Universo

de mi instante contigo bajo esta luz de polvo.

Para eso escribo yo... para eso escribo.

(la foto por supuesto que no es mía, pero no pude evitar ponerla junto a este poema... está tan llena de sensibilidad...)

LA RUTINA

Cucarachas de lunes
sobre el crujido hiriente
del blanco profanado...

Traviesa suciedad…
que lo traspasa todo
con sus garras de vida

y de precepto.

Empecinada luz
que te descubre y te sabe…
Y que a pesar de todo…

vuelve y te besa,
y te ama,
te reCrea.

LO QUE DICE ESA VOZ....

No hay abandono, no...

ni tregua, ni final,

ni O L V I D O.

Tu cuerpo y mi cuerpo tienen huellas

que trepan hasta el alma.

Dos noches que se abrazan

sólo pueden quedarse

empapadas de estrellas...

(para siempre)

inevitablemente luminosas y ardientes...

Doloridas, despues

(como playas resecas)

cuando se aleja el mar que las meció.

Pero no quiero...

no puedo ser un árbol enraizado

en medio de tu bosque.

Sólo una flor pequeña y repentina.

Acariciar tus dedos un instante.

Y besarte la frente, en una noche de otoño.

Recoger, algún día, tu cuerpo

(pasajero del mundo)

y envolverlo en el mío...

alimentarlo con todo

lo que te pueda dar en ese instante,

hasta el regreso a ti...

Sin saber bien ni cuando,

ni dónde.

Sin la voz innecesaria del "por qué".

EL VALOR

Que me quemen los días
con su rumor de flor y nacimiento.
Que posen en mi piel el hierro
de su paso… en mis ojos sus luces,
en mi alma sus sombras.

Que la vida me arrastre por todos sus caminos.
Que no tenga piedad la noche.
Que se me gasten las plantas de los pies,
y que se arruguen las huellas de mis manos.

Que no me muera quieta…
Que el sol nunca me encuentre
mirando al mismo mar…
Que sea capaz de arrojarme al dolor
cuando sepa que en él está la vida.

La sorpersita

La planta se murió a pesar de haberla cuidado, de haberla regado durante tantos días... murió en cuanto le acerqué mi dedo a su corola y abrió su enorme boca para devorarme... Como le había pasado a mi perro y a mi gato...

Así fué como descubrí que ella era carnívora... y yo... sin duda alguna... venenosa.

ORACIÓN

Yo no te ruego a ti, ni a Dios, ni al cielo.
Yo ruego a las mareas endiosadas,
ruego a las rocas muertas…
a la arena insolente, con que me azota el viento.

No suplico perdón, ni vida, ni victoria…
sólo este instante quieto sobre el agua,
sólo poder mirar al tiempo, sin que nada me roce.
Alimentar este hambre que tengo de silencio.

Mi oración …es una mano muda
alzada hacia el vacío,
es el ojo de un gato, inventando la noche,
es una tarde mansa para este último sol,
para sus dedos ciegos que lo enrojecen todo
sobre el mar.
Mi oración… es un pacto secreto con la lluvia,
el ruido de sus pasos,
que cabalgan a oscuras por todos mis recuerdos.

Yo no te ruego a ti, gobernador del alma y de la dicha.
Yo ruego a los abismos donde crece la nada,
a los pozos oscuros, donde se pierde la luz de los poemas.
Yo ruego… al agua que limpia las paredes de otras noches.
que hace crecer más piedra sobre el suelo.

Desnuda

Aún te espero desnuda

como una ola quieta

que se queda estancada

mientras se aleja el mar...

Y a veces, la desnudez me duele...

como a un fruto el mordisco.

Como le duele al cielo

la quemadura del sol

sobre la cicatriz (aún morada) de la luna.

Desnuda me he tendido a mirar hacia la noche...

Y he sentido a la noche entrando en mí.

Acariciando Rocas

Puedo romperme en ti, sembrar
este dolor de fuego por tu sangre.
Puedo…
Clavarme tu silencio entre las uñas,
tejer con él un muro sin final.
Puedo escuchar la muerte silenciosa
de todos los objetos, que contemplan mi vida.
Y presentir , también, sus carcajadas
desnudando mi carne.

Pero dónde esconder todas las flores
que salen de mis manos hacia ti.
Con qué bozal amordazar las primaveras
que revientan de pronto por mis labios.

Me lanzo hacia tu ausencia,
me derrumbo en el aire, siento
como se rompe todo en el alma herida
de mis huesos. Algo…
me deja asida a la nada.
Y sigo ciega, felizmente, sigo
buscándote en la cima de lo absurdo,
en el aire imposible,
en la dulce falsedad de la distancia.

El Vendaval

Sopla la voz del agua, en un hueco de tierra.
Sólo allí…
Y el silencio… se queda recostado en mi alma
y a mi alma le duele su voz hueca.

Ya irá el viento dibujando caracolas en la luz,
en el color de esta tarde de gorriones,
en la tierra impaciente de febrero. Y tú…
arrojando madreselvas a los gritos del mar,
tú... con las manos cerradas dentro de los bolsillos.

Tú… recontando piedras, en la orilla del cielo.

En un segundo

A veces el tiempo se estrella contra la quietud de los colores, contra el plácido silencio de la luz… Entonces se deshabitan las cuadrículas (ligero desorden en todos los andenes de las viejas rutinas).

ENSAYO DEL REGRESO

Me devorará la luz…
el día… que lo destruye todo
entre sus sigilosas sombras blancas
hundirá una vez más todo mi cuerpo
en la pálida rutina de la inercia.

Tan sólo es necesario…
ultrametódicamente
saber cerrar los ojos,
como puños crispados…
Y llenar de miseria los oídos,
y cercenar los pies.

Tan sólo es necesario…
abandonar en las raíces del desierto
todas las flores que crecen en los dedos,
las ortigas clavadas
en la palma adormecida de las manos.

El mar sale de ti

El mar sale de ti…. tan sólo has de saber atravesar el muro, cruzar el puente… llegar por esa puerta al otro lado…¿lo ves?... la luz nunca se fue.
Has sido tú la caracola con que todas las olas escuchaban su eco.
El cielo te ha buscado para entender en ti su azul.
Y el silencio de esta calle nada importa, porque el sol logró filtrarse entre la piedra y tú.

Hoy duermo

Ha de ser este silencio de mundo, que me anida dentro, el que hoy me da la vida...
Ha de ser este agua en los ojos, la que me empapa el alma, la que seca mis dudas.
Ahora que el tiempo se enlaza entre mis dedos con sus gritos fecudos, ahora... envidio toda esa soledad de las estrellas.

¡Vivir... vivir!

Jacobo González de Miguel, 82 años, creía haber alcanzado por primera vez ese momento culminante de la vida en que por fin ésta termina. Aquel hombre no se hallaba en un lecho de dolor humedecido por la fiebre, ni con sus últimas canas adheridas al sudor de la nuca. Ni le abrumaba una de esas crisis respiratorias en que siempre soñó (en las peores pesadillas) que se marcharía la última molécula de su aliento. No ocurría nada de eso, no. Tan solo le embargó una placidez rosada y lenta que vestía de blanco, repentinamente, la imagen de todas las cosas que exploraba con sus alucinados ojos.

-¿Disfrutaste, amor mío? ¿Qué tal una bebida fría…mientras descansas?-… Era la voz de Rosaura (tendida junto a él) que seguía acariciándole los oídos con su aliento de seda. El cuerpo de ella se aferraba aún al suyo tras el camisón de flores escarchadas emanando un dulce olor a ciruelas verdes y a placer cumplido. Pero Jacobo ya no podía verla… el mundo se había cristalizado en aquella última erección mortal… Él frente a ella, incapaz de disociar, en medio de esa enmarañada mujer salvaje, los gestos de locura de aquellos más afines a la melancolía.

La ternura de ella, sin apenas proponérselo… siempre le había excitado… y excitado… de un modo irreprimible… Ya no tenía sentido aparentar. Se dejo llevar por primera vez, sin miedo, de la mirada de ella. De sus rojizas ansias.

En cuántas ocasiones había fantaseado junto a su amigo Aparicio sobre la idoneidad del momento de la muerte, dejando escapar burlones comentarios llenos de malicia: “en los brazos de ésa… en los pechos de aquella…” y ahí estaba ahora. Pensando que su tiempo se acababa. Que su vida eran aquellas gotas blanquecinas que ardían hacia ella, a la vez que brotaban tan placenteramente de su gastado cuerpo.

- No lo vas a creer, mi querida Rosaura… pero… por un momento, pensé morir de tanto placer, amor mío.

- ¡Adulador!


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(La fotografía, por supuesto, no la he hecho yo... si no un gran amigo al que saludo desde aquí)