La lluvia estaba quieta,
agazapada…
en la boca más profunda
de aquel árbol.
En las agujas insolentes
de la acacia.
Era una risa fina, la lluvia,
que cortaba toda la oscuridad
de un silencio de nubes
y de pasos.
Y el aire… se aliviaba con ella
de todos sus anhelos inservibles.
La lluvia nos miraba
desde su eternidad minúscula.
Y entonces…
se atizaba un carbón
en el trágico centro de tus ojos.
agazapada…
en la boca más profunda
de aquel árbol.
En las agujas insolentes
de la acacia.
Era una risa fina, la lluvia,
que cortaba toda la oscuridad
de un silencio de nubes
y de pasos.
Y el aire… se aliviaba con ella
de todos sus anhelos inservibles.
La lluvia nos miraba
desde su eternidad minúscula.
Y entonces…
se atizaba un carbón
en el trágico centro de tus ojos.
6 comments:
Es un gran poema. Para disfrutar releyéndolo en muchos momentos.
Saludos
Me pierdo y me encuentro gracias a la lluvia, en la humedad de la tierra bajo mi sombra.
Paz
Me gusta este poema,es sencillo pero tierno.
Llanto profundo y generoso, llanto desde adentro.
Un saludín, compañera.
:-)
Qué carbón, el tío. En fin, mucho
Amor
En el epicentro de los ojos, ni la lluvia fue capaz de soliviantar el fuego, ni los anhelos inservibles.
Me agradó.
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