La lluvia estaba quieta,
agazapada…
en la boca más profunda
de aquel árbol.
En las agujas insolentes
de la acacia.
Era una risa fina, la lluvia,
que cortaba toda la oscuridad
de un silencio de nubes
y de pasos.
Y el aire… se aliviaba con ella
de todos sus anhelos inservibles.
La lluvia nos miraba
desde su eternidad minúscula.
Y entonces…
se atizaba un carbón
en el trágico centro de tus ojos.
agazapada…
en la boca más profunda
de aquel árbol.
En las agujas insolentes
de la acacia.
Era una risa fina, la lluvia,
que cortaba toda la oscuridad
de un silencio de nubes
y de pasos.
Y el aire… se aliviaba con ella
de todos sus anhelos inservibles.
La lluvia nos miraba
desde su eternidad minúscula.
Y entonces…
se atizaba un carbón
en el trágico centro de tus ojos.